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Floating Dreams
Salvador Dalí Museum, St. Petersburg (Florida, EE. UU.)
2000
Tuve la idea de crear una obra en conexión con el universo de Salvador Dalí. Quise que esa relación no fuera literal, sino vinculada al mundo de los sueños. Así nació la idea de una instalación que dialogara con Dalí desde un lugar simbólico y sensorial. Como ya había trabajado anteriormente con estructuras flotantes —como en la escultura que realicé en Australia—, volví a ellas como punto de partida. Pensé en el reflejo en el agua como un vínculo entre estas formas y el museo, como si un cordón umbilical invisible los uniera. Esa imagen me llevó a recordar la constante presencia del mar en la obra de Dalí: playas, rocas, horizontes líquidos que aparecen en muchas de sus pinturas. Comprendí que el contacto con el agua era esencial para conectar con su imaginario.
Además, esta instalación tiene lugar en Florida, justo frente al Museo Salvador Dalí, que curiosamente fue concebido para tener una vista hacia el mar. Quiero que mi trabajo pictórico habite dentro de estas estructuras flotantes, que se comunican con el entorno y con Dalí a través del agua y sus reflejos. Para mí, el mar está profundamente ligado al mundo de los sueños. El mar está por encima de toda oscuridad. Para mí, encierra una sensación de sueño y de inmensidad. Las formas que surgen y sus reflejos sobre el agua aparecen como una línea vibrante, en perpetuo movimiento. Ese dinamismo se asemeja al estado onírico: cuando dormimos, los sueños parecen desarrollarse en un espacio de movimiento constante.
Las variaciones de las formas en el agua evocan algo casi cerebral —como si el pensamiento y el sueño se manifestaran en ondas, en reflejos que nunca se repiten, que cambian sin cesar. Esa fluidez, ese ritmo cambiante, es lo que me interesa capturar: una conexión entre lo físico, lo mental y lo poético.