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El viaje alucinante

Órbita, Zaragoza (España)

2014

La instalación se compone de dos elementos principales: por un lado, los telones que conforman la imagen de César Augusto; por otro, los que representan la ciudad, a través de los cuales la luz se filtra e inunda todo el espacio. En cada uno de estos telones translúcidos se han pintado, de forma aleatoria y en acrílico negro, fragmentos de la figura de César Augusto, representado como militar y portando una rica coraza. La superposición de las cuatro capas genera la imagen completa.

Paralelamente, emergen los distintos nombres que adoptó César Augusto a lo largo de su vida: desde Cayo Octavio Turino, pasando por Cayo Julio César Octaviano, hasta llegar a Cayo Julio César Augusto. Asimismo, se recogen las distintas denominaciones que han tenido las ciudades de Salduie ibera, en un recorrido que abarca nombres como Caesaraugusta, Cesaracosta, Saraqusta y Caragoca, hasta desembocar en la Zaragoza actual.

Esta técnica de superposición de capas se vincula directamente con las investigaciones plásticas que he venido desarrollando en mis pinturas durante los últimos cinco años.

El árbol, sin hojas y dibujado al estilo oriental, nos invita a la contemplación. Representa el presente: la tierra en otoño, lo emocional y lo espiritual. Brota en la orilla del río Ebro, desde donde hoy se divisa la ciudad. De ella emana una luz propia, nacida de su historia milenaria, que ahora parece devolver la vida a la figura de Augusto.

Dos telones superpuestos redibujan el árbol en tres colores —rojo, azul y verde— que, al filtrarse la luz, generan un efecto tridimensional en RGB.

Aran, la pieza musical que envuelve la instalación con su atmósfera sutil pertenece a Christopher Hoobs, de su álbum Ensemble Pieces de 1978.

Se trata de una instalación de imagen, luz y sonido de dimensiones variables. Su punto de partida es la efigie de César Augusto situada actualmente en la plaza del Mercado Central de Zaragoza, junto a restos de la muralla romana y a los ecos de los acontecimientos que marcaron tanto la historia del emperador como la de la ciudad.

La estatua es una copia del célebre Augusto de Prima Porta conservado en Roma. Fue donada por Benito Mussolini en 1941 a Zaragoza, en un gesto que repitió con otras ciudades fundadas por el emperador.

Hoy, esta imagen —fundida en bronce— ha perdido la pátina de antigüedad que evocaba su origen clásico. Un recubrimiento de pintura verde oscura la ha transformado en un objeto más próximo al mobiliario urbano que al símbolo del hombre que dio nombre a nuestra ciudad.

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